
Muchas veces el no tener claridad de lo que queremos en la vida nos lleva a seguir el camino del deber ser. Ese “deber ser” está arraigado a los paradigmas impuestos por la sociedad: “te tienes que graduar de la universidad antes de los 25”, “te tienes que casar antes de los 30 porque sino te quedas atrasado”, “tienes que cumplir un horario de oficina”, “tienes que ser un ejecutivo”, “tienes que formar una familia”, en fin, existen infinitas reglas sociales de lo que deberíamos ser en la vida para no desencajar, pero creo que muchos estamos consciente que esa mentalidad es bastante “old school”.
Podemos sentir presión porque el éxito tiende a medirse por eso paradigmas que mencioné anteriormente, pero en lo personal, el éxito no es algo que tengamos que sacar a relucir, el éxito se mide en la medida que uno se siente autorrealizado con lo que ha logrado. No es fácil encontrar nuestro camino o sentir que lo que estamos haciendo hoy en día es lo correcto. Algunos ya nacen con una idea fija de lo que quieren lograr en la vida, pero para otros es algo que lleva tiempo.
En lo personal, yo solía ser esa niña introvertida que le gustaba leer, escuchar música y vivir en su mundo interno, algo que en muchas ocasiones chocaba con mi entorno. Por presión social y para poder encajar decidí unirme al ritmo de vida que llevaba mi alrededor, desconectándome de mi esencia para lograr ser aceptada. Esta decisión me llevó a hacer cosas de las que no me sentía cómoda y a convertirme en esa persona que nunca quise ser. Por momentos lo disfrutaba, no lo voy a negar, pero esas decisiones me dieron un golpe fuerte generando el efecto contrario al de encajar socialmente. Parte de esa “inocencia” necesitaba ser “raptada”, para poder transformarse y dejar de estar en ese estado de incubación, y poder avanzar.
Ese episodio me llevó a volver a mi estado de introversión y a ocultarme un poco más. Fue un golpe fuerte y el estar sola, conmigo misma, me generaba incomodidad y terminé aferrándome a relaciones, creando una fuerte dependencia. Mientras internamente me sentía así, mi vida universitaria estaba flotando. Debo confesar que no sabía lo que quería estudiar y me quería dedicar al Teatro. Mi padre me impuso que tenía que estudiar en la Universidad una carrera porque eso me iba a servir en la vida. Y eso hice, estudié Comunicación Social porque era lo más cercano al Teatro. Toda la primera mitad de mi carrera la viví en un limbo, tuve caídas y me aferraba cada vez más a la dependencia en mis relaciones. Me frustraba porque todo el mundo tenía claro lo que quería y yo solo “estaba”. La presión social por trabajar en algo era fuerte lo que me llevó a cumplir horarios y a sentirme más cerrada con lo que quería ser. Caminos de la vida, caídas y decisiones, me llevaron a estudiar Astrología y Psicología Junguiana, gracias a ese estudio pude poco a poco adentrarme en mí misma, enfrentando mis miedos e inseguridades y llegar a conocerme un poquito (porque realmente, ese es un trabajo de vida). Desde ese momento empecé a tener claridad en mis cosas, el tener un enredo mental y emocional con mi vida no me hacía ver lo que tenía delante de mí.
La clave estuvo en reconciliarme con mi diálogo interno, escucharme y dejar de escuchar a los demás, entender que yo tengo mis tiempos y que tengo que estar realmente motivada con algo para lograrlo. Empecé a dejar a un lado situaciones que no me hacían bien, tuve infinitos ataques de ansiedad porque nunca es fácil enfrentarnos con nuestra oscuridad. Decidí aceptar mis procesos en vez de evadirlos y empecé a entender que no puedo cambiar mi pasado, pero sí puedo elegir a dónde quiero ir. Pasé por noches oscuras (y todavía las tengo), pero entre esa oscuridad, entendí que solo yo tendría las respuestas para encontrar mi camino. Decidí escucharme y recordar en qué áreas de mi vida me he sentido realmente feliz y emocionada. Amo el cine y en mi carrera descubrí que puedo trabajarlo lo que me hizo agarrarle cariño y motivarme. Cada vez que estaba en clases de astrología y psicología, me sentía demasiado feliz; fue cuando me dije “ahí tienes las respuestas”.
No me arrepiento de mi pasado porque gracias a él me pude transformar, he podido aprender lo que no quiero en mi vida y lo que tampoco quiero ser. No sé si lo que hago hoy en día es algo a lo que me dedicaré, pero en estos momentos me siento bien con ello y para mí ese es mi mayor éxito, sentirme feliz con lo que estoy haciendo. La vida da millones de vueltas y siempre estamos en una rueda de la fortuna que nos lleva a constantes cambios, pero para mí lo más importante es ser coherentes: hacer lo que realmente nos hace feliz. Mirar dentro de nosotros y encontrar las respuestas, dejar el miedo a enfrentarnos a un lado, dejar la máscara de lo que “debería ser” y empezar a ser lo que realmente queremos ser. Para muchos de nosotros, nuestras metas pueden estar ligadas con el “amor al arte”, y probablemente al principio nos cueste pagar las cuentas, pero en estos casos creo que lo importante es negociar con uno, trabajar en algo que te genere ganancias para así, poder dedicarnos a eso que nos mueve.
Nosotros tenemos el poder de elegir cómo queremos vivir nuestra vida. Dejemos de ceder a las expectativas de nuestro entorno y empecemos a escucharnos, en nosotros se encuentran las respuestas que necesitamos y poder llegar al camino de nuestra alma. Para mí, el mayor éxito que podemos lograr es estar feliz con lo que estamos haciendo y sentir que encontramos nuestro lugar. No le temamos a nuestras malas decisiones, las caídas y malas experiencias, ellas también forman parte del camino mostrándonos esos aspectos que necesitamos trabajar para volver al “self”: llegar a ser quien realmente somos.
Kommentare